Hace algunos días alguien publicó en twitter un comentario que decía algo así como “me encanta escribir pero me choca leer ¿por qué?” No es una pregunta que podamos contestar pues puede haber millones de razones por las cuales a esa persona le encante escribir y otras cuantas por las que le choque leer, pero el twitt nos dejó pensando.
Cuando escribimos, lo que hacemos es plasmar nuestras ideas en palabras, transferimos lo que está en nuestra imaginación o en nuestra caja fuerte de conocimientos a un medio por el cual otras personas tienen acceso a esa información. Si el contenido de nuestra caja fuerte es valioso en sí mismo, entonces ¿qué importa si leemos o no? Pues sí que importa, y a continuación daremos unos ejemplos del porqué.
Perfeccionamos nuestro uso del lenguaje: La principal herramienta de la escritura no es ni la computadora, ni la pluma ni la máquina de escribir, es el lenguaje. Leer te ayuda a comprender mejor el uso de esos signos de puntuación que la maestra de primaria no supo explicar bien, o que enseñó la semana que estuviste en cama con varicela. También te ayuda a comprender el significado de palabras que no conocías, o que sí conocías pero no sabías lo que significan, así como a usar figuras retóricas y otras herramientas del lenguaje.
Nos hace conocedores: No importa el tema del que quieras escribir, seguro alguien en algún lugar del mundo y en algún momento de la historia ya pensó, investigó, experimentó y escribió algo relacionado. Leer te ayudará a saber más sobre el tema del que quieres escribir, y sobre otras cosas también.
Nos regala maestros: Un maestro no es lo mismo que un profesor. Un maestro es alguien que tiene maestría en algo. Si fueras ninja, tu maestro es a quien llamarías sensei. Es quien domina el conocimiento que quieres obtener y quien lo comparte, y son de los mayores tesoros que te puede dar la vida. Leyendo encontramos a estos maestros. Si lo tuyo es la fantasía, tu maestro podría ser J.R.R. Tolkien, y si lo que más te gusta es la historia de México colonial tu maestro puede ser Fray Teresa de Mier. O alguien diferente, no importa quien. El punto es que los grandes maestros, a través de los siglos, han plasmado su legado en palabras escritas. No rechaces su regalo.
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Por Mariana Viramontes