El uso de la retórica y el lenguaje técnicamente correcto
Bien sabemos que el lenguaje es una herramienta, y como sucede con todas las herramientas, su uso depende de la persona que la esté utilizando. Por ejemplo, un martillo está hecho para tomarlo del mango y golpear algo con el otro extremo, pero también se puede colocar sobre un montón de papeles y evitar que se los lleve el viento, o para quitar una corcholata de una botella. De la misma forma, podemos doblar las reglas de uso del idioma para lograr fines específicos. A esto coloquialmente se le llama "darse licencia en el uso del lenguaje".
Estas miles de reglas existen para unificar los códigos con los que nos comunicamos, lo cual permite que todas las personas que utilizamos un mismo idioma podamos entender lo que quiere decir nuestro interlocutor, y que los demás comprendan lo que queremos transmitir. Algunas de estas reglas no son flexibles, como las que corresponden a la ortografía, pero otras podemos moldearlas y adaptarlas para que nuestro mensaje sea más claro, más poderoso o que corresponda de manera más fiel a la idea o sensación que intentamos compartir, a esto se le llama retórica. Todo depende, obviamente, de la intención de nuestro texto.
Las reglas de sintaxis son de las que mejor se pueden moldear, doblar y modificar para cumplir los objetivos que buscamos al redactar un texto, aunque debemos recordar siempre que las torceduras que le hagamos al idioma deben seguir el propósito de nuestro mensaje, y también debemos cuidar que sea claro y comprensible. Si la forma del lenguaje que estamos utilizando es poética, por ejemplo, las cadenas que atan las normas sintácticas son muchísimo más ligeras que las que deberíamos seguir si queremos redactar documento científico.
Por ejemplo: La ferocidad de las verdes olas canta sobre mi alma creando en ella grietas frescas por donde huye la duda y se libera el espíritu.
Evidentemente, la oración anterior carecería de valor en un documento destinado a explicar el comportamiento físico del mar, pero podría enriquecer un texto de narrativa poética.
Otra área que puede ser muy flexible cuando el propósito del texto se aleja de lo técnico y lo académico es el vocabulario. William Shakespeare, por ejemplo, inventó cientos de palabras para que los personajes de su obra pudieran transmitir al espectador la exacta idea que el autor imaginó, y él no es el único. De hecho, en el uso cotidiano del lenguaje inventamos palabras nuevas que describen ideas dentro de un contexto específico.
Por ejemplo: Si alguien dice "estoy danieleando un rato" significa que está actuando de manera similar a como lo haría Daniel, y quien lo conozca seguramente comprenderá el contenido del mensaje.
En este caso es muy importante cuidar que nuestro lector esté familiarizado con el contexto de la palabra que inventamos, de lo contrario no entenderá su significado.
Casi todas las reglas del lenguaje pueden ser adaptadas a nuestros fines, pues los idiomas son herramientas flexibles hechas para permitir la comunicación interpersonal, y conforme las sociedades evolucionan, las lenguas cambian y se adaptan a las necesidades de la gente. La única regla inamovible y que no ha mutado con el tiempo es precisamente esa, que el lenguaje está hecho para permitir la comunicación, por lo que cada vez que decidas romper o doblar una de las normas que atañen a su uso deberás tomar en cuenta que tu mensaje sea comprensible y correspondiente al objetivo de tu texto.